Kalište – conmemoramos el 70 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial

Kalište – conmemoramos el 70 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial
Durante los últimos 6 meses de la ocupación de Eslovaquia los fascistas llegaron a incendiar 102 pueblos y matar más que 5.300 civiles. Hoy visitaremos uno de esos pueblos - Kalište, que desapareció del mapa poco antes de la liberación del país, precisamente el 18 de marzo de 1945. De las 42 casas que allí había quedaron sólo 5. Para conocer más sobre este momento trágico de la Segunda Guerra Mundial la redactora Katarína Kovačechová visitó el Museo del Levantamiento Nacional Eslovaco en Banská Bystrica y entrevistó a su director, Stanislav Mičev.

Esa horrorosa tragedia comenzó el domingo de 18 de marzo a las 4 y media de la madrugada y duró solo algunas horas, durante las que fallecieron más de 40 personas, muchos partisanos tuvieron que ser transportados al hospital militar y casi todo el pueblo ardió en llamas. Quedaron sólo 5 casas. Muchas mujeres y niňos se quedaron sin techo, abandonados en la carretera 5 días esperando la llegada del ejército rumano que entró el día 23 de marzo y liberó el pueblo.

Antes de este terrible acontecimiento al pueblo Kalište se le llamaba "el corazón de la república partisana". Como surgió este sobrenombre?

Después del 27 de octubre de 1944 cuando la ciudad de Banská Bystrica fue ocupada por los nazis, muchos de los soldados, partisanos y ciudadanos que estaban siendo buscados por su orígen racial se refugiaron en las montaňas de Poľana y en los Bajos Tatras, convirtiendo de esta manera 14 pueblos en refugios de partisanos. Así surgió también la república partisana de Kalište. Estos pueblos estuvieron interconectados y controlados por los partisanos que ocasionaron bajas importantes al ejército nazi y le impidieron el acceso a la comunicación entre las ciudades de Banská Bystrica y Ružomberok y a la vía férrea que conducía a la ciudad de Brezno. Para los alemanes estas unidades de partisanos representaban una seria molestia de la que tenían que ocuparse sus unidades de seguridad. Además, este territorio montaňoso estaba lleno de búnkers en los que se escondían muchos judíos. Dado que se desconocía la cantidad exacta, después de la guerra se hizo imposible establecer precisar cuántos ciudadanos sobrevivieron y cuantos fallecieron. Por eso, no sabemos si se trató de decenas o de cientos de personas fallecidas. Sin embargo, la población local muchas veces sabía de estas personas e incluso las ayudaba.

Y lógicamente, como aumentaba la probabilidad de que los alemanes hubiesen perdido, más crueles fueron los actos que acompaňaban el retiro de los mismos.

Cuando se acercaba el fin de la guerra, los partisanos retrocedían para evitar el encuentro con el ejercito ruso o rumano. Los nazis lo sabían y se aprovechaban de la situación, entraban en los pueblos abandonados por los partisanos para incendiarlos, robar y matar a sus habitantes. Además de Kalište, esto ocurrió también en Balážov, Priechod o en otros pueblos situados en las localidades de Donovaly o Staré Hory, en total, en 102 pueblos eslovacos.

Erika Granerová, oriunda de Kalište a veces regresa para rendir homenaje a las víctimas y para ver las ruinas de su casa natal y recordar a sus familiares fallecidos durante la tragedia.

En aquel entonces yo era niňa, tenía dos aňos, ya que nací en 1942. Recuerdo sólo que nos escondimos en el sotano. Puesto que mi padre tenía 29 aňos, tuvo que combatir en filas del ejército como soldado. En casa nos quedamos sólo las mujeres. Cuando los soldados que nos liberaron me preguntaban donde estaba mi padre, yo les mostraba un medallón de la Virgen María que él me había dejado y que siempre tenía en la mano cuando rezaba por él. Terminada la guerra nosotras nos quedamos sin casa y tuvimos que quedarnos en la casa de nuestros parientes en Podkonice. Cuando mi padre volvió del frente, empezó a trabajar en la planta siderúrgica de Podbrezová, donde recibimos también una de las viviendas construidas para los obreros. Más tarde, en 1950, nos mudamos a Kalište de nuevo - Nové Kalište, donde nos quedamos para vivir. Llevamos una vida durisima y muy pobre. De niňos no conocíamos caramelos ni bombones, tampoco los pasteles o bollos de pan. Sin embargo, puedo decir que no obstante todo eso, llevamos una vida muy alegre. Yo amaba mucho Kalište.

Que sensaciones experimentó al regresar a Kalište?

Continúo llorando y llorando. No puedo hacer otra cosa. El dolor que me quedó en el corazón es muy profundo.

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Ladislava Hudzovičová

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