Según el informe elaborado por la Comisión Europea, en los países de la UE se tiran a la basura anualmente alrededor de 90 millones de toneladas de alimentos. O, si lo decimos de otra manera, este derroche se cifra en un tercio de la producción: 1 de cada 3 alimentos se acaba desechando una vez ha sido producido o elaborado. ¿No es aberrante esta cifra?
Un 43% de estos alimentos se desperdicia en los hogares, un 38% durante el proceso de su producción, un 14% en los establecimientos de comidas preparadas y un 4% en las tiendas. Me encanta poder decirles que los eslovacos, según las estadísticas, derrochan menos que la media europea. Nosotros desperdiciamos anualmente 600 mil toneladas de alimentos. Así pues, si un europeo diariamente echa a la basura en promedio un medio kilo de alimentos, un eslovaco sólo lo hace con 33o gramos. Habla Jarmila Halgašová, directora de la Cámara de Alimentación Eslovaca: ”Nos damos cuenta de lo inmoral que es el derroche alimenticio y de sus consecuencias fatales sobre el medio ambiente. Por ello nos estamos esforzando en abrir un debate público respecto a este tema y en buscar soluciones efectivas. Una de las propuestas es la aprobación de la venta de alimentos después de pasar su plazo de caducidad, pero eso requiere de una preparación muy detallada para que no surja alguna amenaza para la salud pública.”
Otra posibilidad de minimizar el desperdicio de alimentos es producirlos uno mismo. En las ciudades no es tan fácil, pero, aún así, también existen muchas posibilidades de cultivar allí verduras o hierbas. Una de ellas es la fundación del jardín comunitario. Y durante los últimos aňos han nacido en Eslovaquia varios jardines en los que participan vecinos, amigos o simpatizantes de alguna organización. El movimiento cívico La Red del Bien fundó también un jardín de este tipo cerca de la ciudad de Piešťany. Le cedo la palabra a Ľubomír Harmanovský, del mencionado movimiento: ”Esta idea nació debido a la baja calidad de las verduras y las frutas en los supermercados, por lo cual decidimos aprovechar terrenos baldíos. Y buscamos a personas que nos alquilaran su jardín no utilizado por un porcentaje de nuestra cosecha. Así encontramos un terreno muy descuidado y con mucha basura, pero también con un par de frutales viejos. Nos pusimos a arreglarlo y ya el primer aňo conseguimos una cosecha abundante. Se debió también a nuestra actitud hacia el trabajo en el jardín, en el que aprovechamos los principios de la permacultura. Además, utilizamos literalmente cada centímetro cuadrado, incluso los espacios verticales, me refiero a alambradas, construcciones especiales, etc.”
Para los que no lo sepan, la permacultura constituye un sistema proyectado sostenible que integra armónicamente la vivienda y el paisaje, ahorrando materiales y produciendo menos desechos, a la vez que se conservan los recursos naturales. Así, según los principios de la permacultura, en el mismo cuadro se cultivan conjuntamente verduras, flores y hierbas. “Cuando el cultivo es óptimo, en este terreno de 800 metros cuadrados somos capaces de cosechar alimentos para 5 familias y bajar el consumo de agua en un 90%. Nuestra meta es independizarnos de los alimentos importados del extranjero, sobre los que sólo difícilmente podemos decir que hayan sido plantados con el propósito de llevar la salud a nuestros platos”, aňade Harmanovský.
Aunque no lo parezca a primera vista, la herramienta más eficaz en la lucha contra el desperdicio en los hogares es la disposición de gente a reunirse, a compartir y a emprender juntos iniciativas de cualquier tipo.
“Cada uno de nosotros puede dar a los demás algo bueno, brindar una idea innovadora, echar una mano. Lo importante es unir nuestras fuerzas, sólo así es posible crear una nueva realidad” dice Ľubomír Harmanovský de La Red del Bien.
Gracias precisamente a la cooperación de la gente interesada en mejorar su calidad de vida, así como en minimizar las consecuencias de las actividades humanas sobre el medio ambiente, es como han crecido en nuestro país también otros proyectos interesantes. Uno de ellos es el llamado "banco de alimentos". Eso significa que los participantes de un banco como este compran conjuntamente alimentos de buena calidad por un precio más bajo del de las tiendas y luego los distribuyen entre sí. Así se impide, por lo menos, el elevado gasto de los envases. Y para los habitantes de las ciudades, que no están preparados para participar en actividades comunitarias, puede ser muy interesante la llamada "venta en cajones". Habla Martin Tabačka, un emprendedor en este ámbito: ”Este mercado es nuevo en estos lares, pero últimamente ha registrado un incremento considerable. La gente empieza a pedir alimentos sanos y de alta calidad. Por lo tanto, nosotros les preparamos verduras y frutas en cajones, según lo que han encargado, y se los llevamos a sus casas. Lo importante es que estos alimentos provienen de agricultores locales. Y a menudo los clientes piden verduras de un agricultor concreto, en el que confían. Lo mismo vale para los productos cárnicos y lácteos. Me encanta ver que la gente necesita el cambio.”