Hace 25 aňos la ex Checoslovaquia rompió la llamada cortina de acero. La gente estaba emocionadisima. Las relaciones entre los ciudadanos por un período mejoraron, todos parecían más sensibles, más atentos y más tolerantes. Yo misma me recuerdo muy bien de esos días. Tenía 17 aňos y mi liceo estaba a unos 500 m de la plaza del Levantamiento Nacional Eslovaco, donde tenían lugar las manifestaciones más importantes. A aquella edad, imaginense, con que afán seguíamos los acontecimientos. Después de las clases todos nos íbamos a la plaza, a pesar de los advertimientos o prohibiciones de nuestros padres o de los docentes.
Esta vez, pero quiero concentrarme solo en una de las libertades que llegamos a defender e imponer en aquel entonces - la libertad de viajar. Quizás fue las más deseada, la más concreta y la más rápida de implementar. Todo el mundo quería ver como se vivía en occidente. Y las agencias de viaje de pronto se vieron ante una avalancha de clientes y de propuestas de viaje. Para comparar los viajes y vacaciones, antes y después de la Revolución de Terciopelo entrevisté al seňor Oliver Kluch, director de una renombrada agencia de viajes eslovaca.
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