El pueblo de Častá se sitúa al pie de la cordillera de los Bajos Cárpatos a 35 kms de Bratislava. Las primeras fuentes historicas que mencionan este pueblo datan del aňo 1296. Durante los siglos los nombres del pueblo han cambiado – desde Shastus, Sathmansdorf, Sathmania, Schatmansdorf, Czasta, Czeste hasta Častá hoy en día. Para descubrir el secreto de este pueblo el redactor Michal Herceg entrevistó al documentalista y oriundo de Častá, seňor Marián Minárik.
Es una localidad muy especial. Dada su gran cercanía a Bratislava, el comité central del Partido Comunista la eligió para construir aquí un centro de descanso que tenía fines tanto recreativos como laborales, es decir, para reuniones. Por otro lado, la habían elegido también porque el aire de aquí es muy limpio, por eso en un perímetro de varios kilometros estaba prohibido construir grandes edificios y fábricas. El ambiente de aquí es ideal para dar paseos por la naturaleza o visitar el castillo de Červený Kameň – Piedra Roja, todo en pleno bosque. Sinceramente no se porque se le llama a esta localidad Papiernička – que significa fabrica de papel. Si se producía papel aquí, debió ser hace mucho tiempo atrás.
El pueblo de Častá tiene 2200 habitantes. A pesar de su tamaňo varios de sus habitantes lo llaman ciudad.
En el aňo 1562 nuestro pueblo recibió los privilegios de ciudad libre y pudo empezar a organizar mercados y ferias regularmente. Yo creo que estos documentos valen hasta hoy día. Entonces, este pequeňo pueblo tranquilamente podíamos llamarlo ciudad. Incluso en nuestro escudo aparece una de las cruces dobles más antiguas de nuestro territorio.
Y por fin llegamos a descubrir uno de los secretos de este pueblo pintoresco.
La parte más interesante de nuestro pueblo desde el punto de vista historico se llama Hoštáky. Hoštáky en el pasado designaba el territorio de los želiari que era gente que no poseía casas sino pequeňos huertos o jardínes. Entonces, en este Hoštáky hay dos capillas, una de ellas pertenecía a los condes Pálfy. En el período de la peste hubo un hombre al que se le murió toda su familia. Este hombre decidió vivir el resto de su vida como ermitaňo. Los condes Pálfy le dieron ladrillos para que se construyera una cabaňa cerca de la capilla. Él se la construyó pero no resistió por mucho tiempo vivir solo y se fue de esta casita que se quedó vacía. Y había otro hombre, un comerciante francés que pasó por aquí camino a oriente y viajando perdió el oído. En consecuencia decidió dejar la vida de comerciante y convertirse en monje. Al regresar de su viaje descubrió esta cabaňa vacía y pidió quedarse a vivir aquí. El francés cuidó muy bien la cabaňa. Incluso mandó a pintar un cuadro santo, una imagen que servía a los creyentes y peregrinos para rezar y dar las gracias. Después de varios aňos, el hombre recuperó el oido. Este cuadro se ha conservado hasta hoy día. Los condes Pálfy lo escondieron durante las guerras emparedandolo. Alguien que sabía este secreto, se lo robó. Sin embargo, el robo ocasionó tal revuelta que un día el cuadro apareció apoyado en la puerta de la iglesia. Y desde aquel entonces el cuadro está en nuestra iglesia.
Ojalá todos los ladrones devolviesen cosas robadas de esta manera.
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